Ser-uno es fácil. Simplemente se es, de alguna u otra manera, e independientemente de la voluntad. Sin embargo, existe cierta influencia de la voluntad propia en lo que respecta a lo que podría definirse como “moldear el ser-uno”, así como también influye en dicho proceso la voluntad ajena. Cuál de las dos tiene preponderancia sobre la otra, es cuestión para otro apartado.
Lo difícil, entonces, no es ser-uno, sino ser-con-alguien.
Hay razones para haber propuesto la escisión entre “ser-uno” y “ser-con-alguien” (bien podría haber subordinado el segundo en el primero). Es mucho más interesante, y hasta más productivo, pensar estas dos instancias en constante relación y juego, y sin ningún principio último que los nuclee; y adjudicándole a su relación, a su juego mismo, el nombre de “SER”, en sentido amplio.
Ahora, el ser-con-alguien es lo difícil, lo atemorizante. La relación “ser-uno/ser-con-alguien” genera una tensión constante que puede oscilar entre sus extremos, o bien mantenerse en equilibrio. *
De manera muy general (como en todo este texto) voy a definir dichos extremos, en los que prevalece uno de ambos términos.
Cuando se favorece al ser-uno, se gana “autenticidad”, es decir, se mantiene “lo propio” (si bien ya observamos que tanto la voluntad propia como la ajena determinan conjuntamente al ser-uno, por lo que “lo propio” tiene cierto grado de “ajeno”. De todas maneras, no voy a entrar en estas cuestiones), y se genera a la par un rechazo hacia el ser-con-alguien, en lo relativo a su incorporación como algo también propio, o dicho de otra manera, como algo constituyente de su SER. El ser-con-alguien se transforma en “ser-con-uno-mismo”.
Al otro extremo, cuando se favorece al ser-con-alguien, se produce una supresión casi total del ser-uno, donde queda determinado por lo ajeno, supeditado a lo ajeno. Este es un caso especial de predominio de la voluntad ajena por sobre la voluntad propia, donde lo ajeno es ese “alguien” del ser-con-alguien. Entonces, el ser-uno se ve condicionado todo el tiempo a los designios del ser-con-alguien, y transformándose así, en “ser-otro”.
*Disculpen esta nota en la que me dirijo a ella.
Quizás tengas claro lo que te pasa respecto de mí. O quizás sea ese miedo lo que determina tus acciones (erráticas a veces, desde donde yo me paro). Tal vez la tensión “ser-uno/ser-con-alguien” te agobie, y te haga difícil encontrar equilibrio, obligándote a favorecer al ser-uno por sobre el ser-con-alguien, por una cuestión de no perder la “autenticidad” o “lo propio” (el otro extremo, o el otro “favoritismo”, tampoco es recomendable. Es probable también, que yo me encuentre en este extremo). O, por último, quizás me aferre a esta posibilidad entre tantas, con el objeto de no dar cuenta del final prematuro de algo que podría haber sido (en la plenitud del término).
Otra vez, disculpen esta nota. La noche está nublada.